Deuda histórica del agro: el potencial perdido por la falta de fertilización

Argentina tiene una deuda pendiente con su suelo. A pesar de ser uno de los mayores productores de granos del mundo, la fertilización sigue siendo una práctica subutilizada, con un impacto directo en los rendimientos, la sustentabilidad y la competitividad del sistema productivo.

Según un informe presentado por Fertilizar Asociación Civil, el país exporta más de 3,5 millones de toneladas de nutrientes por año en forma de granos, mientras que la reposición vía fertilización cubre apenas el 40% de lo que se extrae. Este desequilibrio se traduce en un déficit económico de más de USD 3.200 millones anuales, equivalente a USD 9 millones por día.

La exportación “oculta” del agro argentino

Durante la “Gira Fluvial” por las terminales portuarias del Paraná, especialistas de Fertilizar AC advirtieron que la brecha de rendimiento que separa el potencial productivo de los resultados reales no se explica por el clima ni por la genética, sino por la falta de reposición de nutrientes en los suelos.

“Cada barco refleja no solo granos exportados, sino también nutrientes que el suelo pierde y que debemos reponer”, expresó Roberto Rotondaro, presidente de Fertilizar AC.
Según el especialista, cada hectárea argentina pierde en promedio más de 56 kilos de nutrientes por año, lo que equivale a USD 86,5 por hectárea. “Si no equilibramos el sistema, el país pierde productividad y competitividad”, agregó.

Un suelo que dio demasiado

El coordinador técnico de Fertilizar AC, Esteban Ciarlo, presentó datos que dimensionan la magnitud del problema: en la campaña 2024/25, los seis principales cultivos (soja, maíz, trigo, girasol, cebada y sorgo) removieron más de 3,5 millones de toneladas de nutrientes, mientras que solo 1,42 millones fueron restituidas mediante fertilización.

Esto significa que por cada 10 kilos de nutrientes extraídos, apenas 4 se reponen. En promedio, cada hectárea pierde 17 kg de nitrógeno, 5,5 de fósforo, 29 de potasio y 4,5 de azufre. “La soja representa el 48% de los nutrientes extraídos, seguida por el maíz (28%) y el trigo (14%)”, detalló Ciarlo, quien remarcó que esta pérdida impacta directamente sobre el rendimiento y el equilibrio ambiental.

La consecuencia es un balance deficitario que compromete la fertilidad futura. El suelo argentino —que durante años sostuvo la producción gracias a su fertilidad natural— está mostrando signos claros de agotamiento.

El rol del fósforo y una dependencia creciente

La gerente ejecutiva de Fertilizar AC, María Fernanda González Sanjuan, hizo foco en uno de los nutrientes más críticos: el fósforo.
“Los suelos no mienten: si no reponemos lo que extraemos, hipotecamos la productividad futura además de limitar la producción actual”, advirtió.

Argentina depende en un 100% de la importación de roca fosfórica, lo que agrava la situación. “Cada kilo de fósforo aplicado es una inversión en el suelo y en el futuro productivo del país”, agregó González Sanjuan, subrayando la necesidad de políticas que faciliten la disponibilidad y el acceso a este insumo clave.

La brecha de rendimiento en soja: una oportunidad concreta

El ingeniero agrónomo Guido Di Mauro, docente e investigador de la Universidad Nacional de Rosario, explicó que la soja es el cultivo más afectado por la deficiencia nutricional. Según sus estudios, la brecha de rendimiento ronda el 30% entre lo que se produce y lo que se podría alcanzar bajo un manejo balanceado.

“Hoy, apenas la mitad de la superficie sojera recibe algún tipo de fertilización y solo un 20% de los productores realiza análisis de suelo. Eso significa que fertilizamos sin diagnóstico”, señaló Di Mauro.

El investigador recordó que la expansión de la soja en Argentina se apoyó en la fertilidad natural del suelo, pero que esa ventaja inicial “se transformó en debilidad: los suelos muestran signos de agotamiento”.
Con una fertilización adecuada que incluya fósforo, azufre y nitrógeno en rotación, “podríamos sostener altos rendimientos y mejorar la rentabilidad, además de incrementar la concentración de proteína en el grano”, añadió.

Mirar el suelo como un activo

El consenso entre los especialistas fue claro: la fertilización debe dejar de ser vista como un costo y comenzar a entenderse como una inversión estratégica.

Desde APIX compartimos esa visión. En un contexto donde la variabilidad climática y económica son difíciles de predecir, la fertilidad del suelo es el capital más estable y predecible que tiene el productor.
Reponer los nutrientes que el cultivo extrae no solo mejora los resultados actuales, sino que construye resiliencia y competitividad a largo plazo.

Fertilizar no es una práctica aislada: es una decisión técnica que debe basarse en diagnóstico, planificación y eficiencia. Solo con información precisa y manejo balanceado es posible cerrar la brecha entre lo que producimos y lo que podríamos producir.

¿Qué pasaría si Argentina empieza a tratar la fertilización no como un costo, sino como una estrategia de productividad y sustentabilidad?

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